En el corazón montañoso de la provincia de Guizhou, al suroeste de China, se levanta una obra que ya está marcando un hito en la historia de la ingeniería civil. El Puente Huajiang Canyon, aún en fase final de construcción, se convertirá en el más alto del mundo, alzándose a 625 metros sobre el cañón del río Beipan. La estructura no solo destaca por sus cifras impresionantes, sino también por su papel clave en la transformación de una de las regiones más escarpadas del país asiático.
Su altura lo sitúa por encima de rascacielos como el Empire State Building y su longitud total, de 2.890 metros, permite reducir a escasos minutos un trayecto que antes requería más de una hora. Además de mejorar la conexión entre localidades como Liuzhi y Anlong, el puente también se presenta como un símbolo del avance tecnológico de la infraestructura china. La velocidad de ejecución ha sido otro de sus grandes logros: está previsto que esté operativo en junio de 2025, apenas tres años después de comenzar su construcción.
Más allá de su función como vía de comunicación, las autoridades planean convertir el puente en un atractivo turístico de primer orden. Entre las montañas que lo rodean, se prevé la organización de actividades de aventura y deportes extremos, aprovechando su imponente entorno natural. De esta forma, se espera atraer tanto a turistas nacionales como internacionales, contribuyendo al desarrollo de un nuevo polo de interés en la región. La infraestructura ha sido concebida como un destino en sí mismo.
El impacto económico también será significativo. Se estima que el puente impulsará el comercio y la conectividad entre ciudades clave como Guiyang, Anshun y Qianxinan. Con una inversión de 280 millones de dólares, y el uso de más de 22.000 toneladas métricas de acero ensambladas en tiempo récord, el proyecto ha sido diseñado como una apuesta estratégica a largo plazo. Más que un enlace físico, la estructura encarna la ambición china de liderar en innovación, eficiencia y visión de futuro en infraestructuras clave.