«Queremos descansar y desconectarnos». Esas cuatro palabras definieron la encomienda, y bocetaron el programa, que nuestros clientes necesitaban. A partir de estas premisas, comenzamos una búsqueda que lograra generar un espacio que fuera más allá de una simple estructura física.

El concepto de refugio, entendido desde una perspectiva multidimensional, comenzó a modelar la idea fuerza que guiaría la intervención. En su esencia, un refugio representa un resguardo, un lugar de cobijo y seguridad. A esta dimensión inicial, el proyecto buscó asociarle otros significados que ayudaran a conformar un espacio de fuerte contenido simbólico que permitiera a los usuarios nutrirse, inspirarse y conectar con su entorno, su comunidad y consigo mismos.

Enclavado entre la vegetación autóctona de Sierras Chicas, el Refugio se organiza en diferentes dimensiones que definen la idea arquitectónica. La dimensión física refiere a la estructura tangible del refugio, su forma, tamaño y materialidad. Es la base sobre la que se sustentan las demás dimensiones y responde a las necesidades funcionales específicas del programa, como la protección contra el clima, la seguridad y la habitabilidad.
Se manifiesta a través de una escalera que envuelve y define el espacio habitable y genera distintas situaciones y niveles de recorrido, llevando al usuario a experimentar de manera particular el entorno que lo rodea, culminando en una terraza que se abre hacia los cuatro puntos cardinales.

La materialidad se caracteriza por una economía de recursos que sin embargo producen un máximo efecto. Una blanca presencia se erige entre talas y espinillos. Vidrio y muros de ladrillo común bolseados conforman la totalidad de la expresión material del refugio.

La dimensión espacial remite a la organización y distribución del espacio dentro del refugio. La distribución interna comprende dos niveles que se unifican en una doble altura: la planta baja alberga un espacio abierto con sala de estar, comedor y cocina, mientras que el nivel superior contiene la habitación de los propietarios. El vínculo entre ambos niveles se realiza a través del mismo espacio de circulación vertical que en el exterior es descubrimiento y contemplación y en el interior es introspección.

La tercera dimensión que estructura el proyecto es la dimensión ambiental. Esta dimensión, se refiere a la relación del refugio con su entorno natural, considerando aspectos como la orientación, la ventilación, la eficiencia energética, la utilización de materiales sostenibles y la integración al paisaje.

Finalmente, el proyecto buscó dar respuesta a dos dimensiones de carácter subjetivo, como son la dimensión psicológica y la dimensión simbólica. A través de la primera, la intervención pretende impactar positivamente en el bienestar mental y emocional de los usuarios, brindarles ese espacio de «descanso y desconexión» que aparecían en las charlas con los propietarios como premisas de diseño.


Con respecto a la dimensión simbólica, es decir el significado más profundo del refugio, lo que representa para sus usuarios y cómo se integra en su sistema de valores y creencias, la búsqueda proyectual estuvo dirigida a configurar al mismo como un símbolo de sosiego y conexión espiritual.

ArchDaily