En un escenario donde la preocupación por la sostenibilidad y los criterios ESG (Environmental, social, and governance) es latente, es necesario observar un sector que genera el 38% de todas las emisiones de CO2 del planeta y consume el 30% de los recursos globales: la industria de la construcción. En 2022, en la COP27, Naciones Unidas anunció el Clean Construction Accelerator, un programa con acciones diseñadas para reducir la producción de gases de efecto invernadero hasta en un 50% para 2030. Un informe de ARUP y el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible destacó un descubrimiento crucial: la mitad de las emisiones de los edificios no provienen sólo de la fase de construcción, sino también del carbono incorporado en los materiales utilizados, generado durante su fabricación y transporte. Y es precisamente en este escenario donde vemos la oportunidad para el sector: ¿cuál es el único material de construcción renovable que retiene carbono en lugar de emitirlo? La madera.
Sin embargo, cuando hablamos de la madera surge otra pregunta: ¿cómo puede ser sostenible la madera si para ello necesitamos talar árboles? Ana Belizário, directora comercial de Urbem, una industria maderera nacional a gran escala, nos explica a lo largo de este artículo cómo plantar árboles específicamente para el consumo no sólo es una alternativa sostenible, sino también una gran práctica para combatir la crisis climática y regenerar el sector de la construcción.
El origen de la silvicultura, la práctica de los bosques plantados
La actividad conocida como silvicultura, que es la plantación regular de bosques, generalmente destinada a un uso comercial específico, surgió a finales del siglo XVIII en Alemania y, desde entonces, se ha desarrollado a escala global, produciendo bosques de diferentes edades, especies y destinos.
En Brasil, esta actividad comenzó de manera estructurada a finales de los años 1960, cuando el desarrollo de la industria brasileña empezó a demandar una gran cantidad de madera, que era utilizada como fuente de combustible. La introducción de la silvicultura durante este período fue una estrategia para producir materias primas abundantes, disponibles y controladas, como alternativa a la extracción de madera nativa amazónica.
Objetivos y razones para adoptar la silvicultura
Al tratarse de una estrategia de acceso a materias primas, su objetivo final es preservar los biomas originales, generalmente más antiguos y complejos, es decir, sustituir materias primas no renovables por renovables. Por ejemplo, cuando plantamos bosques para construir edificios, estamos evitando la eliminación de piedras y arenas del entorno, que no pueden ser reemplazadas ni regeneradas.
Las coníferas son las especies más utilizadas en la fabricación de madera estructural para la construcción civil, en el caso de la madera maciza. Reconocidas por su resistencia estructural, baja densidad y rápido crecimiento, desempeñan un papel crucial en varias fases del proceso de fabricación de elementos estructurales. Desde el aserrado inicial hasta el secado, pegado, acabado e instalación de conectores, las coníferas demuestran un rendimiento excepcional, proporcionando soluciones eficientes y sostenibles para la construcción civil. Específicamente en Brasil, el más utilizado es el Pinus sp., una especie exótica que fue importada e introducida en el contexto climático, habiéndose adaptado muy bien en el territorio y presentando tasas de crecimiento muy altas. La silvicultura de pinos en Brasil es hoy la más productiva del mundo y además cuenta con amplias regulaciones y varios programas de certificación.
La silvicultura y el medio ambiente
Una de las estrategias más importantes para el equilibrio ecológico de los bosques plantados es el manejo combinado, es decir, en las áreas de plantación forestal, la legislación brasileña exige la conservación o restauración del bioma original relacionado. En el caso de los pinares, el bioma asociado siempre será el bosque atlántico.
Recordando nuestra compleja red de biomas brasileños, la forestación de pinos en las regiones sur y sureste del país, en la práctica, funciona como una estrategia para proteger la deforestación de la selva amazónica, ya que coloca en el mercado un volumen de madera suficiente para atender los diversos usos que demanda la civilización contemporánea.
La silvicultura también evita la extracción de minerales, rocas y arena, recursos no renovables que deben consumirse estratégicamente para que siempre estén disponibles. El crecimiento exponencial de las poblaciones y, por tanto, de las ciudades que todavía tendremos que vigilar en las próximas décadas nos obliga a pensar en soluciones alternativas que puedan sostenerse en el largo plazo.
Además, a medida que los árboles crecen, el dióxido de carbono utilizado en la fotosíntesis se elimina de la atmósfera y se almacena dentro de la madera. Cuando producimos cemento o acero, necesitamos quemar combustibles fósiles, que liberan grandes cantidades de carbono a la atmósfera durante el proceso de producción. Por lo tanto, la silvicultura puede y debe verse como una importante estrategia sectorial para mitigar las emisiones de carbono procedentes de la construcción civil.
Además de todos estos beneficios para el sector, la silvicultura también tiene el poder de recuperar áreas degradadas (que quedaron agotadas tras el uso económico sin estrategias de preservación ambiental), que en Brasil representan una enorme porción del territorio.
Un bosque plantado ayuda a recuperar el suelo, restaurar el nivel freático y aumentar la humedad del aire. Si se asocian con áreas destinadas a la regeneración del bosque atlántico, los bosques plantados pueden ayudar a revertir la degradación ambiental, a través de actividades económicas que generen impactos positivos y sostenibles a largo plazo.
Los bosques plantados y la madera maciza
Por lo tanto, podemos decir que plantar árboles para construir edificios es hoy la estrategia más efectiva para descarbonizar la industria de la construcción, porque como se mencionó anteriormente, la madera maciza comienza a almacenar carbono incluso antes de comenzar la obra, a diferencia de otros materiales de construcción, lo que hace que se inicie como carbono negativo y el resto del trabajo se ajuste al resultado sostenible hacia el final.
Demostrando que aunque el sector de la construcción civil es actualmente el más contaminante, aún quedan medios y métodos por explorar, haciéndolo cada vez más sostenible y ambientalmente beneficioso para el planeta.