Ubicada en Dos Bocas, en la provincia de El Seibo, Republica Dominicana, una comunidad que por generaciones se ha dedicado a la ganadería y a la agricultura como principal fuente de ingreso.

La comunidad de Dos Bocas presenta un nivel bajo de infraestructura, encontrándose entre las carencias el acceso a los servicios de transporte, mala calidad de las viviendas, equipamiento básico del hogar limitado, carencia de servicio de agua potable, no hay servicio sanitario, acceso a escolaridad muy bajo, aislamiento de los centros urbanos que dejan fuera de la red de oportunidades de la ciudad y el aislamiento geográfico por estar rodeado de ríos.

En septiembre del 2022 Dos Bocas fue gravemente afectada por la entrada en territorio dominicano del ciclón tropical Fiona, que dejo más expuesta las vulnerabilidades de la comunidad, dejando daños en más de un 60% de la infraestructura de las viviendas. En esta situación de emergencia, Guakia Ambiente, una asociación sin fines de lucro, el Programa de Pequeños Subsidios (PPS) y Oblicuo presentaron a la institución financiera dominicana Banco BHD, un proyecto para la construcción de 70 viviendas seguras y resilientes, adaptadas para resistir futuros fenómenos naturales.

La casa del maestro fue la última en construirse dentro del conjunto, y su diseño se modificó gracias a la flexibilidad que permitió su dueño. Esto nos dio la oportunidad de mejorar aspectos débiles del prototipo anterior.

La vivienda tiene 50m2 en un programa arquitectónico distribuido en 4 módulos, 1 para cocina y baño, 1 para sala y 2 para 2 habitaciones. Los módulos fueron los que rigieron la estructura de la vivienda y se minimizaron los espacios de circulación para maximizar el aprovechamiento del espacio. Respetando los métodos constructivos locales, el proceso se dividió en dos etapas; las técnicas, más costosas y ejecutadas por personal calificado, aseguraban la durabilidad estructural. Las secundarias, realizadas por las familias, eran accesibles y fomentaban apropiación, incluyendo tareas como pintar, revestir o cambiar puertas y ventanas.

La elección de materiales respondió a su disponibilidad en un radio de 4 km: bloques de concreto, láminas de aluzinc galvanizado, madera de pino tratado y pisos de concreto pulido. Estos fueron empleados con un criterio estético consciente, reafirmando que la belleza también es un derecho en la vivienda rural.

La vivienda promueve una vida rural, donde en su zona social se abre al exterior, compartiéndolo con la familia, vecinos y animales domésticos, esto mantiene vigente la cultura y la tradición dominicana de convivir en comunidad.

El desarrollo de un país también se mide por la calidad y la dignidad de sus viviendas, en todos los niveles sociales. Tener un techo no se limita a un refugio físico: es un espacio que protege sueños, emociones y bienestar. La vivienda rural no es solo una necesidad básica; es el hogar donde nuestros productores, agricultores y ganaderos crían y educan a sus familias, las mismas que garantizan el abastecimiento de alimentos, recursos y materia prima que nutren y sostienen nuestras ciudades.
