Tegucigalpa, la capital de Honduras, ofrece una mezcla dinámica del patrimonio arquitectónico del país con paisajes montañosos. Sin embargo, al igual que muchas otras ciudades de América Latina, enfrenta desafíos urbanos significativos como las disparidades de clase social y un tejido urbano fragmentado. En respuesta, han surgido varias iniciativas de diseño a lo largo de los años para abordar estos problemas. Uno de los ejemplos más destacados es la «Villa para Niñas», diseñada por la firma guatemalteca Solis Colomer Arquitectos, que ahora se ha ampliado para incluir una «Villa para Niños» desde 2017. Estos proyectos están dirigidos a niños de familias de bajos ingresos que a menudo enfrentan el riesgo de ser reclutados por pandillas. Juntos, construyen sobre un legado arquitectónico que ofrece un entorno seguro y de apoyo para crecer y aprender.
Según el Instituto Hondureño de Estadística (INE), el 63.4% de las aproximadamente 1.2 millones de personas en Tegucigalpa se encuentran por debajo de la línea de pobreza, de las cuales casi la mitad vive en pobreza extrema. Además, un estudio urbano del Banco Interamericano de Desarrollo estimó que al menos el 25% de las áreas residenciales de la ciudad son actualmente asentamientos informales, la mayoría de los cuales se encuentran en las colinas circundantes. Además, un estudio de la agencia de refugiados de la ONU encontró que los menores en estas áreas marginadas a menudo son blanco de grupos criminales para reclutamiento, lo que a su vez aumenta la probabilidad de abandono escolar entre ellos.
En medio de este contexto, un estudio anterior sobre prevención del crimen y la violencia en Centroamérica realizado por USAID en 2014, encontró que la infraestructura escolar puede desempeñar un papel importante como herramienta de resiliencia urbana en la región. Se enfatizó que las escuelas en áreas de bajos ingresos pueden extenderse más allá de los entornos de aprendizaje tradicionales cuando se diseñan como espacios multifuncionales. Mencionan que cuando estos proyectos incluyen actividades extracurriculares, es más probable que ayuden a construir comunidades más seguras. Su informe específico para Honduras también identificó que las asociaciones con organizaciones religiosas generalmente parecían ser más efectivas para alcanzar a jóvenes en riesgo en el país.
La respuesta arquitectónica a estos desafíos ha evolucionado a lo largo de las décadas. Comenzó en 1966 con la fundación de la Hermana María Rosa Leggol: «Sociedad Amigos de los Niños». A través de esta organización, fundó el proyecto Escuela Reyes Irene Valenzuela. Ubicada en el Barrio Miraflores, una zona central de la ciudad, sigue ofreciendo educación y formación profesional para adolescentes de bajos ingresos y mujeres trabajadoras. El programa integra funcionalidad con un enfoque en espacios para la construcción de comunidad. Proporciona aulas, talleres y salas de lectura que fomentan tanto habilidades intelectuales como técnicas. El éxito de esta iniciativa allanó el camino para otros proyectos de infraestructura educativa, estableciendo un precedente para futuros diseños destinados a empoderar a comunidades marginadas.
En 1996, la ONG ACOES, liderada por el sacerdote misionero español Patricio Larrosa, formalizó su trabajo en Tegucigalpa con una red de escuelas diseñadas para atender algunos de los barrios de mayor riesgo de la ciudad. Las escuelas fueron construidas entre 1998 y 2016 en el sector de La Nueva Capital. Entre los cuatro centros de aprendizaje, la más grande es Santa Teresa en el corazón del barrio. En este proyecto, los niños de las familias de más bajos ingresos de la zona estudian gratis. El programa arquitectónico se enriquece a través de la incorporación no solo de aulas y bibliotecas, sino también de campos deportivos, salas de música, clínicas, dormitorios y campos agrícolas gestionados por los estudiantes y sus padres. Con su enfoque integral en el diseño escolar, que aborda las necesidades educativas y los objetivos de construcción de comunidad, ayudaron a allanar el camino para otros proyectos en el futuro.
Basándose en estos legados arquitectónicos, las Hermanas de María iniciaron el proyecto Villa para Niñas en 2013 y luego añadieron la Villa para Niños en 2017. Habiendo establecido con éxito escuelas en países vecinos como Guatemala y México en años anteriores, vieron en Honduras una oportunidad para expandir su trabajo. Ubicadas en las afueras de Tegucigalpa, estas instalaciones representan un enfoque contemporáneo hacia la arquitectura educativa en la ciudad. El diseño enfatiza espacios abiertos, luz natural y estructuras expuestas, creando entornos que son tanto funcionales como acogedores. Los edificios están dispuestos alrededor de patios centrales bordeados de árboles frutales, reflejando una disposición espacial que fomenta la interacción comunitaria mientras promueve la seguridad y el bienestar. La arquitectura de las Villas no solo es utilitaria, sino también simbólica de la misión de la institución de proporcionar calidez y cuidado a través de un diseño reflexivo.
Al integrar elementos de alta calidad con espacios educativos y recreativos, las villas ofrecen a jóvenes de familias de bajos ingresos la oportunidad de convertirse en agentes de cambio en su sociedad. Hoy, más de 1,500 niños de las regiones más remotas y empobrecidas del país están recibiendo educación a través de estos proyectos. Para el diseño, las hermanas eligieron a Solis Colomer Arquitectos, que habían trabajado previamente con ellas en la Villa para Niños en Ciudad de Guatemala. Implementaron un programa que está cuidadosamente diseñado para fomentar el aprendizaje, el crecimiento personal y la interacción social. El objetivo general es crear un entorno que empodere a los estudiantes para que regresen a sus comunidades y difundan el conocimiento que han adquirido.
Estos proyectos son un ejemplo de diseño arquitectónico reflexivo que aborda las necesidades únicas de las comunidades marginadas a través de una infraestructura bien planificada. Juntos, fomentan entornos inclusivos que promueven la educación, la seguridad y un espíritu colaborativo. Escuelas como la Villa para Niñas y otras instalaciones educativas similares ejemplifican cómo la arquitectura guiada por una misión social puede ayudar a cerrar la brecha entre la desigualdad urbana y la oportunidad. De esta manera, no solo priorizan el pensamiento comunitario, sino que también contribuyen a la vitalidad y cohesión a largo plazo de la ciudad.