Crisis, crisis, crisis… ¿y adivinen qué? Más crisis. Cada vez que escuchamos esa palabra, todo parece más desalentador. Pero esta es la cuestión: con cada desafío viene una oportunidad. Desde la escasez de viviendas asequibles hasta la recesión económica y la emergencia climática, siempre hay un nuevo desafío que abre la puerta a nuevas posibilidades. Pero la verdad es que ninguno de estos son hechos aislados; todos están interconectados de alguna manera, formando diferentes facetas de la misma historia. Quizás una de las menos mencionadas, particularmente cuando se trata del entorno construido, es la crisis alimentaria global, que está creciendo (casi) silenciosamente, esperando ocupar un lugar central. Plantea varios desafíos para la producción futura de alimentos, especialmente en las ciudades.
En el contexto global actual, la creciente frecuencia de fenómenos climáticos extremos, el aumento de los conflictos armados y las lecciones aprendidas de la pandemia de COVID-19 han dejado al descubierto la fragilidad de nuestra cadena de suministro de alimentos. A nivel mundial, nos enfrentamos a inundaciones, sequías y tensiones geopolíticas devastadoras que obstaculizan la producción de alimentos, elevan los precios y crean cuellos de botella en las cadenas de suministro, paradójicamente, a menudo a miles de kilómetros de nuestras mesas.
Entonces, ¿cuáles son las alternativas?
Si bien cada vez es más común utilizar terrazas, balcones y jardines verticales para la producción de alimentos, estos enfoques enfrentan desafíos importantes en su relación con el aire libre y el entorno construido. La contaminación del aire y del agua en las ciudades, a menudo cargada de metales pesados y productos químicos, puede hacer que los huertos no sean seguros para el consumo. Además, factores ambientales como el efecto isla de calor pueden comprometer la escalabilidad de estos sistemas. La relevancia de esta cuestión se hace más clara si tenemos en cuenta que, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el 79% de los alimentos producidos en el mundo se consumen en zonas urbanas. Estas estadísticas sugieren que estas estrategias de jardinería urbana solo abordarán una parte del autoconsumo, dada la proporción limitada entre el espacio habitado y el área necesaria para cultivar alimentos.
Aquí es donde la tecnología se vuelve crucial. A medida que desarrollamos nuevos escenarios que integran la producción urbana de alimentos con estrategias de resiliencia para diversas crisis, somos testigos del surgimiento de propuestas innovadoras. Estos aprovechan al máximo el potencial tecnológico y, cuando se integran con los entornos urbanos, abren caminos interesantes para abordar los desafíos futuros en la producción de alimentos de manera coherente y efectiva.
El auge de los distritos agrícolas urbanos y periurbanos dentro de las ciudades
No es sorprendente que el espacio y la tierra sean recursos cada vez más escasos, lo cual es crucial para los sistemas arquitectónicos tradicionales. Frente a esta realidad, podemos ser testigos del surgimiento de distritos enteros centrados principalmente en granjas aeronáuticas. Con un enfoque estratégico para la planificación del uso de la tierra, estos distritos podrían designarse para la agricultura, incorporando estructuras tanto terrestres como potencialmente flotantes.
Las aerogranjas son instalaciones de agricultura urbana que emplean un sistema de cultivo sin suelo, conocido como agricultura aeropónica, donde las plantas crecen en un ambiente controlado, con las raíces suspendidas en el aire, recibiendo una fina neblina de nutrientes y agua. Además, incorporan tecnología avanzada, como iluminación LED, sistemas automatizados de monitorización ambiental y reciclaje de agua y nutrientes, optimizando al máximo el crecimiento de las plantas. Imaginemos ahora ciudades donde estos edificios, dedicados exclusivamente a la agricultura, se encuentran densamente dispersos. Su magnitud y complejidad podrían evocar las ciudades invisibles de Italo Calvino. ¿Te imaginas caminar por paisajes urbanos donde lo único que ves son estructuras agrícolas?
Combinando rehabilitación y agrovoltaica para soluciones de construcción ecológicas
La reutilización adaptativa se presenta como una de las soluciones más efectivas para reducir el impacto ambiental de la arquitectura. De cara al futuro, se está explorando la posibilidad de utilizar parte del parque inmobiliario disponible para convertirlos en centros de agricultura urbana. Este enfoque plantea varios desafíos, como la compatibilidad de los edificios con los sistemas tecnológicos necesarios para la producción de alimentos, pero también fomenta la innovación en el diseño arquitectónico.
Bajo un esquema de reacondicionamiento energético, estas adaptaciones podrían integrarse con sistemas agrovoltaicos, logrando un doble uso del espacio. Los paneles solares generarían energía y al mismo tiempo permitirían cultivar alimentos a su alrededor, maximizando el espacio y creando una simbiosis entre alimentos y energía. La ubicación estratégica de estos edificios en centros urbanos, donde se garantiza la accesibilidad a los servicios básicos, podría acortar la cadena de producción y suministro, contribuyendo así a un modelo más sostenible, económico y eficiente.
Arquitectura innovadora para la agricultura 4.0
En definitiva, la arquitectura no es la única disciplina que se beneficia del avance de la tecnología. Las prácticas agrícolas también están experimentando un crecimiento impresionante gracias a lo que muchos llaman la cuarta revolución industrial, que abarca una variedad de innovaciones tecnológicas. Por ejemplo, el Big Data y la analítica mediante inteligencia artificial están permitiendo manejar grandes volúmenes de información para analizar tendencias, predecir rendimientos y optimizar decisiones agrícolas. Esto podría resultar en programas arquitectónicos que incorporen espacios para el cultivo de alimentos y salas de servidores dentro de granjas urbanas e instalaciones de plantación en interiores.
La robótica y la inteligencia artificial también jugarán un papel crucial en el diseño de nuestros edificios. Con la ayuda de máquinas y robots, tareas como plantar, cosechar y mantener los cultivos se pueden realizar de manera más eficiente, reduciendo nuestra dependencia del trabajo manual. Este enfoque promueve la agricultura de precisión, que aprovecha la tecnología para optimizar la aplicación de insumos como agua, fertilizantes y pesticidas, minimizando así el desperdicio. Además, esos mismos residuos podrían utilizarse para desarrollar biomateriales que ayuden a reducir a cero el impacto ambiental.
Sin duda, a medida que avanzamos hacia un futuro donde la crisis alimentaria se consolide como una realidad, será fundamental abordarla con precaución y autocrítica. Esto es necesario, ya que muchas de las crisis actuales surgen de nuestros hábitos de producción, gestión y consumo, junto con políticas públicas que han favorecido los excesos frente a enfoques más responsables. Para enfrentar estos desafíos, será clave revisar estos patrones y adoptar prácticas más sostenibles de la mano de la tecnología, que mitiguen los efectos de la crisis y construyan sistemas más resilientes para el futuro.
El contexto social, geográfico y económico determinará cómo enfrentamos estos desafíos contemporáneos. En este sentido, el sur global podría desempeñar un papel crucial gracias al conocimiento ancestral que ha desarrollado en torno a la agricultura. Al mismo tiempo, es probable que surjan debates paralelos que nos llevarán a cuestionar el futuro del entorno urbano o incluso si los suburbios podrían convertirse en las nuevas ciudades. Hay muchas direcciones posibles y quizá todavía sea demasiado pronto para predecir lo que deparará el futuro. Sin embargo, debemos repensar nuestra relación con los sistemas de producción, el aire libre y el entorno construido para crear un futuro más justo y sostenible.