22 noviembre, 2024

«La vida cambia por segundo y la arquitectura no cambia nunca»: Una conversación con Tatiana Bilbao

La vida cambia por segundo y la arquitectura no cambia nunca Una conversación con Tatiana Bilbao

Actualmente, hay múltiples voces que abordan los diversos asuntos de la arquitectura contemporánea. Los temas son numerosos y transitan desde la sostenibilidad y la inclusión hasta la justicia social y la crisis en la gestión del suelo. A primera vista, parece que no existe un terreno común donde todos estos conceptos puedan coexistir de manera transversal. Sin embargo, si miramos en retrospectiva, podemos ver que más allá de los conceptos arquitectónicos formales, el verdadero propósito de la arquitectura es, probablemente, las personas y las vidas que en ella se desarrollan.

Así, muchos podrían argumentar que la vida es posiblemente más importante que la arquitectura, lo cual podría abrir la puerta a un amplio debate. Lo cierto es que, en la actualidad, están surgiendo y consolidándose narrativas y voces que se orientan hacia la renovación de herramientas y lenguajes arquitectónicos, transformando el entorno construido en un medio que promueva un futuro más equitativo y optimista para todos. Una de estas voces es la de Tatiana Bilbao, reconocida por su enfoque centrado en el proceso, donde la vida y las interacciones humanas juegan un papel crucial en la definición del hábitat.

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En el marco de Inflexiones 2024, organizada por la Association of Collegiate Schools of Architecture (ACSA), la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño (EAAD) del Tecnológico de Monterrey y la Asociación de Instituciones de Enseñanza de la Arquitectura de la República Mexicana (ASINEA), Tatiana Bilbao ofreció la conferencia inaugural. Además, en una conversación con ArchDaily, reflexionó sobre la identidad y la localidad, así como el papel de la vivienda y las relaciones humanas en el ámbito de la arquitectura.

Enrique Tovar (ArchDaily): En el desarrollo de tu obra, desde la sala de exhibiciones en Jinhua, China, hasta el Centro de Investigación del Mar de Cortés en Mazatlán, México, es perceptible una transformación en los aspectos geométricos y compositivos. ¿Qué dirías que ha cambiado para ti desde tu primer proyecto hasta hoy?

Tatiana Bilbao: Ha cambiado todo pero profundamente no ha cambiado nada. Lo que no cambió es mi concepción de lo que creo que es la arquitectura. Lo que cambió es mi seguridad en mi capacidad para encontrar lo que realmente creo. Al principio, trataba de encajar en este mundo al que había sido expuesta y en el que quería participar. De alguna forma, hacía lo que creía que me habían enseñado a hacer. Con el tiempo, me di cuenta de que no creía en esa forma de hacer arquitectura y, poco a poco, comencé a integrarme de manera más honesta con lo que realmente soy. Eso nunca cambió.

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ET: La arquitectura en Latinoamérica, y más ampliamente en el sur global, tiene profundos legados de procesos tradicionales fuertemente vinculados a los materiales y habilidades manuales de los trabajadores de la región. ¿Cómo integras la identidad en tus procesos a través de las técnicas de construcción y la selección de materiales?

TB: La identidad local es algo inherente que no se puede usurpar; es algo que se posee. En mi caso, mi identidad se enmarca en un contexto muy específico: el de una familia de refugiados españoles en la Ciudad de México, un ambiente muy político donde no provengo de un pueblo originario. Esa es mi identidad. Por eso menciono que la identidad no se usurpa, se tiene de donde es. Lo que creo que sí tengo embebido es la localidad. Por eso mi familia se integró muy bien en este contexto, debido a ese profundo interés y cuidado por el ser humano, por el otro, y la capacidad de entendimiento y la importancia de la comunidad.

La identidad local es algo inherente que no se puede usurpar; es algo que se posee. -Tatiana Bilbao

ET: ¿Crees que tu proceso sería diferente si no hubieras tenido un arraigo hacia los materiales y técnicas de México?

TB: Si, porque estaría influenciado por lo que hubiera vivido. Yo creo que una de las cosas que se puede notar al pensar en mi familia es que hay refugiados de la guerra civil e inmigrantes. Entonces, creo que algo que realmente está embebido en ello es, de alguna forma, el respeto por el acogimiento, la capacidad de adaptación y la resiliencia en un nuevo país. Creo que esto también es parte de la cultura de México. Tenemos esta capacidad de reinventarnos con lo que existe, con lo que hay y con lo que nos den. No solo de reinventarnos, sino de inventar, de hacer, deshacer y construir un país entero con los recursos que tenemos. Es muy distinta esa capacidad que este país me ha dado, la de ser muy creativa con los recursos que tengo, algo que no existe en otros contextos donde hay mucha más abundancia.

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ET: En una conversación que tuviste con Jacques Herzog, mencionaste que en el pasado el parametricismo impulsado por el software tendía a ser la norma, mientras que tú optaste por seguir explorando procesos analógicos. Hoy parece que estamos experimentando una transición hacia lo hiper-tecnológico de la mano de la IA. ¿Cómo mantienes un enfoque humano en tus diseños y evitas que la tecnología domine el proceso?

TB: Definitivamente, creo que somos seres humanos y entes físicos. La tecnología nunca será más que una herramienta; no podrá sustituir las relaciones físicas que tenemos y necesitamos con los demás. No creo que un robot pueda sostener una vida, y tal vez la vida me demuestre lo contrario, veamos si es así. Por el momento, yo me quedo con la necesidad de estas relaciones físicas. Las necesitamos y las necesitaremos siempre; sin el otro no podemos existir. Nosotros, seres vivos y orgánicos, existimos físicamente en este planeta y necesitamos de estas paredes físicas para habitar. No podemos vivir en un mundo digital; podemos pensar que vivimos ahí, pero al final del día, son estas paredes las que nos sostienen. Será una herramienta más, como las que hemos usado hasta hoy, para seguir haciendo lo que hacemos.

La tecnología nunca será más que una herramienta; no podrá sustituir las relaciones físicas que tenemos y necesitamos con los demás.

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ET: También has hablado sobre la importancia de la vivienda en la vida de las personas, no solo como un espacio para actividades cotidianas, sino como una necesidad básica de refugio. ¿Cuál es el punto en común entre esos proyectos de vivienda que cuentan con más recursos y aquellos de vivienda social que cuentan con presupuestos muy limitados?

TB: Todo lo que tienen en común es exactamente eso: todos tenemos la necesidad física de tener un techo sobre nuestras cabezas para habitar este planeta. Todos los proyectos que realizo se basan en ello. Hay proyectos con más recursos disponibles y otros con menos. Lo que me gusta pensar es que siempre, pero sobre todo en los casos donde la gente cree tenerlo todo, se ocupe solo lo necesario para su vida y su estilo de vida. Utilizar los recursos de forma eficiente siempre ha sido una prerrogativa en la oficina, en cualquier proyecto.

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ET: Abordando problemáticas sociales y comunitarias, que parecen ir en aumento en el contexto global debido a eventos climatológicos y sociales, ¿cómo crees que la arquitectura puede desempeñar un papel más activo en la transformación social?

TB: La arquitectura necesita urgentemente desempeñar un papel más activo en muchos sentidos. El primero, si lo llamamos físico, creo que todo el mundo está consciente de él: que el edificio esté hecho de forma más responsable y que destruya menos. Pero creo que los edificios deben entenderse profundamente como medios para existir en este planeta; hoy en día se están volviendo límites. Estamos construyendo edificios que des-adaptan a las personas de su entorno natural. Hoy, nadie sabe vivir sin luz artificial, aire acondicionado o calefacción, cuando los edificios podrían ser más resilientes y, por ejemplo, controlar la temperatura como se hacía desde la antigüedad, pero ahora mejor, con la tecnología que tenemos, no a través de ella. Debemos tener la capacidad de permitirle al ser humano ser más resiliente. Hoy hay gente que vive a 22 grados centígrados toda su vida, desde que nace hasta que muere, sin importar la temperatura del medio ambiente fluctuante y si salen de esa temperatura se enferman, literalmente. Entonces, la arquitectura tiene mucha culpa. Es necesario readaptar al ser humano a su entorno natural, a su ecosistema.

En segundo lugar, el ser humano, por naturaleza, es un ser social. No existimos sin el otro, y la arquitectura pretende pensar que puede sostener a un ser humano sin ninguna otra necesidad, sin el otro y sin nadie. Porque cada vez hemos hecho todo más compartimentado y creo que esa es otra gran culpa de la arquitectura. Podría ser muy distinta para tener la capacidad de sostener al individuo con su sociedad, para poder realmente integrarlos.

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Creo que los edificios deben entenderse profundamente como medios para existir en este planeta; hoy en día se están volviendo límites.

ET: Para concluir, idealmente, la arquitectura que producimos permanecerá mucho más tiempo que nosotros. ¿Para ti, cuál es la clave para que los proyectos puedan mantenerse vigentes a través del tiempo?

TB: La arquitectura es algo extremadamente determinado y determinante que sostiene un proceso absolutamente evolutivo y mutante, que es la vida. La vida cambia por segundo y la arquitectura no cambia nunca. Pensar como estos dos entes coexisten ha sido la labor de toda nuestra carrera, la pregunta que nos hacemos al hacer una ruina habitable o una vivienda sin etiquetas. La pregunta fundamental es: ¿cómo hacer que estas dos condiciones puedan coexistir de una manera más eficiente?

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