Ubicada en una zona privilegiada de Shiraz, frente al verde campus universitario, esta residencia para Maryam y Faraj responde a un conjunto único de oportunidades y restricciones. El terreno ofrece una rara vista despejada hacia el norte, pero su estrecho ancho de 12 metros y la densa trama urbana imponen limitaciones espaciales estrictas. El proceso de diseño se convirtió en un acto de negociación, no solo con el sitio y las regulaciones municipales, sino también con las fuerzas ambientales y los deseos personales de los clientes.



El proyecto tomó forma como resultado directo de estas fuerzas invisibles pero poderosas que actuaban sobre una masa predefinida. Como puntos de presión escultóricos, las normas urbanísticas, los límites del terreno, la orientación solar y los rituales cotidianos de los clientes influyeron colectivamente en la arquitectura. Estos elementos no solo informaron el diseño: lo esculpieron. Los espacios negativos surgieron no como vacíos, sino como ausencias intencionadas, moldeadas por la tensión entre la restricción y la intención.

Para abordar la doble atracción del paisaje norteño y la luz del sur, se ubicó una unidad dúplex en el primer piso, permitiendo a la pareja habitar ambas orientaciones. Dos áreas de estar separadas y cuatro habitaciones se despliegan en dos niveles: un dormitorio principal iluminado al sur, dos habitaciones de huéspedes orientadas hacia la vista verde del norte y un estudio privado para Maryam. La disposición espacial prioriza el movimiento fluido entre lo público y lo privado, la luz y la sombra, la apertura y el recogimiento.

En la planta baja, el nivel de estacionamiento—tradicionalmente un elemento secundario—fue integrado al lenguaje espacial de la vivienda. Al abrirlo hacia el patio principal e incorporar un gran espejo de agua, este espacio subterráneo se convierte en un umbral luminoso entre el suelo y el interior. Altas ventanas al norte enmarcan el verdor exterior, mientras que estrechas aberturas al sur capturan el calor del sol de Shiraz, enriqueciendo la experiencia de habitar.



De este modo, el proyecto no es simplemente un objeto construido, sino una masa formada por sustracción: una vivienda moldeada por lo que se le quita, por las presiones que soporta y por las ausencias que honra.
