El académico húngaro Ernő Rubik solicitó la patente de su invento en 1975. Lo que entonces no pudo imaginar era que su ingeniosa herramienta didáctica se convertiría en un fenómeno mundial.
Quizá no sorprenda que, con su brillante diseño, el Cubo de Rubik -que trasciende idiomas, edades y orígenes y que no requiere instrucciones- se haya convertido en un icónico éxito de ventas.
Además de ser portátil y que puede resolverse de innumerables maneras.
Ernő Rubik no se dio cuenta de lo que tenía entre manos cuando inventó su ingenioso y desconcertante rompecabezas de colores.