14 septiembre, 2024

Contando historias de interiores: desde murales y tapices hasta pantallas digitales

Contando historias de interiores desde murales y tapices hasta pantallas digitales

Los muros han sido durante mucho tiempo algo más que simples elementos estructurales; son lienzos que narran historias, reflejando deseos de naturaleza, espiritualidad o la búsqueda de tranquilidad y estimulación. Con los avances en píxeles LED direccionables, los muros han evolucionado hacia superficies digitales inmersivas capaces de mostrar imágenes en formatos de grandes dimensiones, adaptándose a las necesidades del momento.

Sin embargo, mientras las universidades continúan formando a arquitectos y diseñadores de interiores para crear edificios estáticos, el arte de contar historias significativas a través de pantallas digitales, especialmente aquellas con dinamismo, sigue siendo en gran parte inexplorado en los planes académicos.

Este viaje por la historia arquitectónica revela la relación siempre cambiante entre el arte y el espacio, desde las antiguas pinturas rupestres hasta los sofisticados muros digitales de la actualidad. El diseñador de iluminación Brad Koerner destaca los criterios necesarios para diseñar muros digitales dinámicos infundidos con inteligencia artificial e interactividad, convirtiéndolos no solo en superficies, sino en narrativas interactivas.

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Del jardín al paraíso: los orígenes del arte mural

La fascinación por los murales es tan antigua como la humanidad misma, remontándose a tiempos prehistóricos. En la cueva Lubang Jeriji Saléh en Borneo y la cueva Chauvet-Pont-d’Arc en Francia, los primeros humanos dejaron impresionantes representaciones de animales y personas. Estas imágenes rudimentarias pero poderosas marcaron el comienzo de una larga tradición de arte mural, que evolucionó significativamente en la antigüedad. En el antiguo Egipto, las pinturas murales no eran solo expresiones artísticas, sino también símbolos de poder y estatus. Elaboradas escenas de jardines en los muros conectaban el interior con el mundo exterior, ofreciendo una visión de la vida después de la muerte. Inicialmente exclusiva para faraones y gobernantes, esta forma de arte eventualmente permeó las casas de ciudadanos romanos adinerados, quienes embellecieron sus villas con intrincados diseños geométricos y florales.

El deseo de pintura ilusionista también surgió temprano, utilizando luz, sombra y color para representar el mundo exterior de manera naturalista, creando una conexión virtual con el espacio físico. Durante el Renacimiento, el dominio de la perspectiva llevó a composiciones más complejas que agregaron profundidad a la planitud de los muros. En lugar de escenas estáticas, secuencias de imágenes comenzaron a crear narrativas dinámicas, introduciendo una nueva comprensión del tiempo y el espacio en el arte mural.

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Historias transportables: la era de los tapices

Para finales de la Edad Media, surgieron imágenes transportables a gran escala en forma de valiosos tapices, que el arquitecto Le Corbusier describió acertadamente como «murales nómadas». Estos tapices no estaban confinados a una sola ubicación; viajaban con los gobernantes de una residencia a otra. En iglesias, los tapices que representaban motivos religiosos se exhibían en ocasiones especiales, permitiendo a los fieles experimentar estas grandes narrativas en diferentes entornos.

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Democratización de la decoración mural: el papel impreso

La producción en masa de papel tapiz en el siglo XIX democratizó la decoración de paredes, haciéndola accesible a una población más amplia. Los motivos florales y geométricos podían ser ahora adquiridos por todos. William Morris, una figura clave en el movimiento Arts and Crafts, desarrolló un lenguaje gráfico que equilibraba el ilusionismo tridimensional con la precisión geométrica. Suntuosos candelabros y lámparas con velas comenzaron a ofrecer una luz tenue cálida para experimentar los papeles tapiz incluso en la noche.

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El mito de la neutralidad: el modernismo y el muro blanco

A medida que las narrativas opulentas y los patrones geométricos de los interiores del siglo XIX dieron paso al modernismo, movimientos como la Bauhaus y arquitectos como Le Corbusier y Bruno Taut abogaron por superficies monótonas en las paredes. Los muros ya no se disolvían en patrones delicados, sino que parecían monolíticos y sólidos. El color blanco rápidamente asumió un papel central, ganando significado ideológico como «neutral» y «moderno». Sin embargo, como muestran los edificios encalados del Mediterráneo, especialmente en Grecia, esto no era un concepto completamente nuevo; ya existían tradiciones artesanales en blanco. En su ensayo seminal «Dentro del Cubo Blanco», el crítico de arte Brian O’Doherty deconstruye la supuesta neutralidad de las paredes blancas. Thomas McEvilley explica esta noción, afirmando que «el cubo blanco era un dispositivo transicional que intentaba blanquear el pasado mientras controlaba el futuro apelando a modos supuestamente trascendentales de presencia y poder». La llegada de la iluminación eléctrica, que bañaba los muros con luz uniforme, solo profundizó la fascinación por los espacios blancos, haciéndolos aparecer aún más expansivos y llenos de luz.

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Patrones en piedra: un regreso a la materialidad

En contraste con los murales pintados o los papeles tapiz impresos del pasado, arquitectos como Mies van der Rohe y Lilly Reich abrazaron los patrones naturales de la piedra. Su Pabellón de Barcelona, adornado con travertino romano, mármol alpino verde, mármol verde antiguo griego y ónix dorado de las Montañas del Atlas, demuestra cómo los patrones de piedra pueden servir tanto como decoración como arte dentro del contexto de la arquitectura minimalista. Las losas de gran formato utilizadas en el pabellón contrastan fuertemente con los azulejos de pared orientales finamente estampados. El Pabellón de Barcelona también señala otro nuevo concepto: muros iluminados. Los dos paneles de vidrio esmerilado, iluminados desde el interior por lámparas fluorescentes, prefiguran el impacto significativo que la luz eléctrica, y eventualmente los píxeles de colores, tendrían en la apariencia de los muros.

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La frontera digital: píxeles direccionables y narrativas dinámicas

Con la llegada de la tecnología LED y los avances en hardware y software, las superficies digitales han transformado los muros en vastas pantallas capaces de mostrar narrativas visuales de alta resolución. Estos muros ya no se iluminan desde el exterior, sino que se encienden desde el interior, con cada píxel capaz de mostrar millones de colores. La inteligencia artificial ha ampliado aún más las posibilidades de creación y actualización de contenido. Sin embargo, esta libertad tecnológica trae nuevos desafíos: ¿Qué historias deben contar estos muros luminosos cuando virtualmente cualquier cosa es posible? ¿Cómo puede el contexto local guiar la narrativa visual? ¿Cómo se pueden adaptar las ideas del concepto de «cobertizo decorado» de Robert Venturi y Denise Scott Brown a espacios interiores introvertidos con una capa digital decorada? Y crucialmente, ¿cómo se pueden equilibrar las presiones comerciales para evitar convertir los interiores en vallas publicitarias sobredimensionadas? El desafío de diseño radica en armonizar la forma y el contenido.

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Encontrar conceptos para la narración digital

Brad Koerner, gerente de marketing de productos en Ventana, sugiere reflexionar sobre tres aspectos clave para lograr una narración convincente con muros digitales: los objetivos de los espacios inmersivos, los métodos utilizados y las herramientas apropiadas.

Él sugiere que los objetivos de los espacios inmersivos se pueden categorizar en dos tipos principales: iniciar acciones o crear recuerdos. Por un lado, los muros digitales pueden guiar a los visitantes o llamar la atención sobre objetos o espacios; por otro lado, pueden crear deleite a corto plazo o impresiones emocionales más duraderas.

Involucrar a los espectadores: niveles de inmersión

Para experiencias inmersivas, Koerner identifica cuatro niveles de compromiso:

  • Enfoque en el dibujo: el paso inicial es captar la atención del visitante, lo que Koerner sugiere que se logra mejor a través de una seducción gradual en lugar de gráficos en movimiento intrusivos.
  • Compromiso pasivo: esto ocurre cuando los invitados ven el contenido sin interactuar, como cuando observan una pieza multimedia y siguen la narrativa sin mayor participación.
  • Compromiso activo: el contenido provoca una reacción física, como moverse en una determinada dirección o interactuar en función de lo que se muestra.
  • Transmitir historias: el nivel más alto de participación implica una narrativa rica basada en el tiempo que evoca asociaciones profundas.
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Koerner también describe cinco categorías relevantes para el diseño de muros digitales:

  • Ciclos de tiempo: considere el ritmo al que se visita el espacio y cuánto tiempo permanecen los espectadores. El contenido que cambia demasiado rápido puede resultar abrumador, mientras que las animaciones repetitivas pueden generar monotonía.
  • Capas de realidad: la combinación de los mundos virtual y físico puede crear profundidad, con gafas de realidad aumentada (AR) que mejoran la experiencia.
  • Objetos, superficies y zonas activas: la interacción convierte la pared en una superficie receptiva, donde los objetos y zonas digitales reaccionan a los movimientos del espectador.
  • Entornos de aprendizaje: el contenido digital que se adapta en función de la interacción del espectador podría optimizar la narración, aunque esto requiere inteligencia artificial compleja y experiencia en el diseño.
  • Memorias espaciales: si bien los medios digitales dinámicos permiten flexibilidad, ciertos anclajes espaciales deben cambiar más lentamente para mantener la orientación y la comodidad.
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Muros sostenibles

A medida que el debate sobre la arquitectura sostenible se intensifica, surgen preguntas sobre el consumo de energía y el ciclo de vida de los muros digitales. ¿Cómo envejecerán estos muros en comparación con los murales tradicionales o las superficies de piedra? En un mundo lleno de pantallas, tanto móviles como fijas, queda por ver cuándo, y según qué criterios, los primeros muros digitales luminosos serán reconocidos y preservados como cultural e históricamente significativos.

Esta exploración del diseño de muros, desde antiguos murales hasta las superficies digitales modernas, ilustra la evolución continua de cómo interactuamos e interpretamos los espacios que nos rodean. A medida que la tecnología continúa avanzando, el desafío radica en crear muros digitales que no solo sean visualmente impactantes, sino también ricos en narrativa y contexto, fusionando lo mejor del arte y la arquitectura.

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