El proyecto se emplaza en un amplio terreno de San Miguel del Monte, en las cercanías del casco del barrio rural La Florentina. Se trata de una zona de baja densidad, marcada por extensiones verdes, caminos de tierra y la presencia de silos metálicos que completan el paisaje. Estas construcciones agrícolas, tan propias del imaginario de escapadas de la ciudad de Buenos Aires, constituyeron un punto simbólico y material.

La estrategia fue deliberada: construir una casa con un solo material, envolvente y continuo, que pudiera reflejar y dialogar con el entorno. La chapa acanalada, presente en galpones y silos del lugar, se convierte aquí en materia principal: revisitada y reconfigurada como recurso estético y tectónico para habitar la llanura. Su carácter cambiante frente a la luz, su capacidad de reflejo y su coloración plateada permiten que la casa se mimetice con los cielos y la escarcha sobre el verde propios de la llanura del campo.

La implantación y la orientación del volumen responden a dos gestos complementarios. Hacia el frente, se presenta más opaca y cerrada, protegiendo la intimidad interior. Hacia el contrafrente, la casa se abre a un patio contenido por dos de sus alas, que a su vez se expanden hacia un horizonte sin límites. Este juego de apertura y resguardo busca acompañar la experiencia del habitar rural: vivir hacia adentro, pero siempre en contacto con el afuera.


El programa se desarrolla mayormente en planta baja, en una distribución lineal y fluida. Sin embargo, la resolución del techo en una única gran pendiente convergente permite liberar una espacialidad interior que gana altura en un punto central. Ese espacio se aprovecha como un altillo habitable, una suerte de mirador o refugio para los más chicos, que suma al uso cotidiano una dimensión lúdica y expansiva.


La casa se plantea así como un refugio contemporáneo en el campo: sobrio, austero, silencioso y profundamente vinculado con su contexto inmediato. Una casa que no busca imponerse sobre el paisaje, sino continuar su lógica, resonar con sus memorias y construir, desde lo mínimo, un espacio para habitar nuevas memorias.

