Ubicada en el paisaje privilegiado de Cabo del Este, en Baja California Sur, la casa responde de manera sensible a su entorno natural, protegiéndose de los vientos predominantes sin renunciar a las vistas abiertas hacia el mar. El acceso se plantea como una secuencia de transición gradual. Un muro ciego marca el frente hacia la calle y garantiza la privacidad, dejando visibles únicamente los accesos peatonal y vehicular. A partir de este punto, los muros de tierra compactada del volumen principal conducen al visitante hacia la entrada, culminando en un muro de ladrillo que enmarca una puerta monumental de roble. Este recorrido desemboca en el patio central, elemento organizador y corazón del proyecto.
El patio articula la relación entre las áreas sociales y privadas de la casa. Una pérgola perimetral de hormigón permite el paso controlado de luz y ventilación natural, mientras que una apertura rectangular en el centro abraza un árbol, convertido en punto focal del espacio. La vegetación endémica y el suelo de barro refuerzan el carácter regional y la conexión con el sitio.
En el interior, la casa se despliega mediante una secuencia de planos visuales que enlazan la zona social con la terraza, la piscina y el Pacífico, situado a menos de 40 metros. Los dormitorios familiares, distribuidos en dos niveles dentro del volumen principal, mantienen vistas directas al mar y una relación constante con las áreas exteriores. A esto se suma una casita para huéspedes, organizada alrededor de un patio interior delimitado por muros de tierra compactada.
El terreno, predominantemente arenoso, supuso un desafío inicial. Sin embargo, la arena del propio sitio, que al comienzo dificultaba el proceso constructivo, se transformó en un recurso fundamental para la ejecución de los muros de tierra compactada que definen el proyecto. De este modo, los retos estructurales y geotécnicos se resolvieron mediante soluciones integradas que mantienen la claridad formal de la propuesta y fortalecen su relación con el entorno natural.
La materialidad —tierra compactada, hormigón, barro, mármol y madera— equilibra solidez y calidez. El hormigón, trabajado con una textura intencionalmente imperfecta, dialoga con la apariencia rústica de los muros de tierra. La casa opera de manera autosuficiente mediante energía solar y un sistema eficiente de tratamiento y reutilización de agua, respondiendo a las condiciones del sitio.















