¿Cuántas herramientas y plataformas de software intervienen hoy en el desarrollo de un proyecto contemporáneo? Desde el diseño de una vivienda unifamiliar hasta el de una biblioteca pública, ya no es habitual depender únicamente de uno o dos programas. En cambio, múltiples herramientas se combinan, se superponen y se articulan a lo largo de diversas fases como: el análisis, diseño, renderizado, coordinación y construcción. Este uso generalizado del software en entornos virtuales no solo da cuenta de la complejidad técnica de la práctica actual, sino que también revela un cambio más sutil pero igual de relevante: el software ha dejado de ser una herramienta puntual para convertirse en un entorno que acompaña, y a veces incluso desafía, el propio proceso de diseño.
Mientras algunas personas optan por mantener cierta distancia, otras integran estas tecnologías de forma intensiva en su flujo de trabajo, llegando incluso a fusionar el diseño computacional con la fabricación artesanal o a utilizar realidad aumentada para construir sin necesidad de guías físicas. Lo cierto es que el software no ocupa un lugar central por sí solo, sino en función del valor que cada quien decida asignarle. Aunque no sea estrictamente imprescindible, su presencia abre una pregunta más amplia: ¿qué lugar ocupa en la arquitectura que producimos hoy? ¿Cómo incide en nuestras decisiones, en nuestro tiempo y en nuestras formas de diseñar?

Durante eventos como la AIA25, quedó claro que las grandes compañías están apostando por entornos multiplataforma que buscan centralizar todo el flujo de trabajo del proyecto, mientras que otras soluciones más especializadas se enfocan en resolver desafíos concretos con herramientas específicas. Este cambio no es solo técnico, sino también profundamente orientado al diseño. En cierto sentido, marca una transformación en la relación entre el arquitecto, el flujo de trabajo y la tecnología. No se trata únicamente de usar software, sino de cómo lo activamos —o incluso de cómo nos resistimos a él— como parte de nuestra práctica.

El cambio del software: de herramienta a plataforma en la arquitectura contemporánea
Hemos seguido de cerca la transición del CAD al BIM en distintas regiones, el uso de plugins, diversas aplicaciones de diseño computacional y, más recientemente, la inteligencia artificial (IA), que hoy domina buena parte de la conversación en torno a la resolución de cuellos de botella, la innovación tecnológica y la evolución de los flujos de trabajo.
A lo largo de este recorrido, hay algo que se mantiene constante: las tecnologías digitales no operan de forma aislada, sino dentro de redes complejas donde interactúan múltiples actores, tanto humanos como digitales. En este entramado, el usuario no se limita a «usar» el software como una herramienta, sino que lo incorpora y resignifica de forma continua, adaptándolo a sus criterios, su contexto y sus necesidades.

Esta manera de comprender la práctica digital puede vincularse con planteamientos como la Teoría del Actor-Red de Bruno Latour, que sostiene que ningún elemento o actor —humano o técnico— actúa de forma autónoma, sino dentro de una red. Desde esta perspectiva, el software no es un agente que impone decisiones o escenarios, sino un componente más dentro de una red de diseño en constante evolución, donde el arquitecto conserva un papel central: el de dar significado y dirección.
Algunos ejemplos de esta evolución pueden verse en plataformas desarrolladas por empresas con estructuras consolidadas, como Graphisoft, que ha promovido una estrategia de Design Intelligence (inteligencia de diseño). Este enfoque centrado en el usuario integra inteligencia artificial, información basada en datos y flujos de trabajo avanzados para potenciar las capacidades operativas, así como la creatividad y productividad de quienes lo utilizan. Por otro lado, herramientas como Lumion han ampliado sus funciones para responder a las necesidades cambiantes de esta red, ofreciendo modelos de licencia flexibles según las distintas etapas y requisitos del diseño, y manteniendo a la vez la posibilidad de escalar según las demandas del usuario.

De la distancia a la inmersión: Trazando nuevos caminos para los arquitectos en una práctica cambiante
Mientras algunas perspectivas ven en la tecnología una nueva vía para desarrollar visiones más ágiles y adaptables, otras la consideran simplemente una herramienta, distante de las relaciones físicas que establecemos con el entorno construido. Sin embargo, más allá de esta diferencia de enfoque, las plataformas digitales también generan interés por su dimensión experimental y su apertura a la exploración, al permitir ensayar nuevas formas de pensar, representar y operar.
Este potencial no reemplaza ni compite con el pensamiento arquitectónico; por el contrario, lo complementa desde una lógica distinta, ofreciendo condiciones para explorar formas de trabajo más flexibles, situadas y en continua transformación. Muchas de las soluciones que emergen de esta lógica están concebidas para abordar situaciones específicas, como facilitar el cumplimiento de normativas, ampliar las posibilidades de iteración en el diseño de trazados o apoyar procesos de toma de decisiones con mayor precisión y velocidad.

Un signo claro de esta evolución es que muchos arquitectos han migrado hacia la industria tecnológica, no como una retirada de su práctica, sino como una ampliación de su campo de acción. A partir de su experiencia, desarrollan herramientas orientadas a responder a necesidades específicas dentro del proceso arquitectónico.
Esta tendencia de herramientas creadas por arquitectos para arquitectos, combinada con la intersección de disciplinas como la programación y el análisis de datos, refleja una profesión cada vez más multidisciplinar. Surgen nuevas trayectorias y modos de operación que permiten vislumbrar caminos capaces de dar forma a la arquitectura del mañana, en la medida en que converge con la planificación urbana, el diseño medioambiental, la ciencia de datos, la investigación social y la innovación en materiales.

En esta nueva era de plataformas digitales, resulta claro que, aunque no diseñan por sí mismas, estas herramientas participan activamente en el proceso. Fundamentalmente, su valor no reside en su uso extensivo, sino en el rol que decidimos asignarles. Al convertirse en parte integral de los procesos de trabajo, los ecosistemas digitales no han eliminado el diseño, sino que lo han vuelto más complejo y exigente, empujando a los diseñadores a redefinir sus funciones y responsabilidades. El factor clave sigue siendo la perspectiva y el enfoque desde los cuales se conduce el proceso de diseño.

¿Cuál es el rumbo que tomarán la arquitectura y el software? Más que preguntarnos si la tecnología transformará radicalmente la arquitectura, quizás la cuestión más relevante sea cómo nosotros, como arquitectos, estamos dando forma a estas herramientas: ¿qué criterios, prioridades y límites les estamos estableciendo? Al final, no se trata solo de usar tecnología, sino del tipo de edificios y entornos somos capaces de crear a partir de ese uso.