Según el diccionario, el lujo se define como la abundancia en adornos, comodidades u objetos suntuosos. Sin embargo, en la sociedad contemporánea, este concepto está siendo reevaluado. En un mundo dominado por la tecnología y la hiperconectividad, la desconexión se convertió en un bien preciado, dando lugar a la popular frase «estar offline es el nuevo lujo». Cada vez más, la privacidad y la posibilidad de desconectarse se perciben como auténticas formas de exclusividad y bienestar.

Byung-Chul Han, en su obra «Vida Contemplativa», redefine el lujo contemporáneo: para él, el verdadero lujo reside en el no hacer nada y en la libertad de no estar condicionado por la utilidad. En una sociedad hiperactiva, marcada por la presión constante de ser productivos, la atención se fragmenta y el tiempo se acelera. Frente a esta realidad, plantea recuperar el equilibrio y la riqueza interior a través de la inactividad; meditar por el mero hecho de meditar, escribir por placer, dormir, o simplemente escuchar. Han considera que la inactividad es una capacidad independiente que nos permite reconciliarnos con la naturaleza y con nosotros mismos.
Si aceptamos esta revaloración del término, podemos preguntarnos: ¿cómo se expresa la idea del lujo en la arquitectura contemporánea?
El sueño californiano
David Hockney, artista británico, llega a California en los años ’60 atraído por la sensación de libertad que la ciudad le transmitía. Desde el avión, quedó fascinado por la imagen de las piscinas en las casas, un símbolo de lujo en Londres. Sin saberlo, estaba frente al tema que lo mantendría creando por décadas.
«A Bigger Splash» (1967), una de sus obras más icónicas, forma parte de una trilogía junto con «The Splash» y «Little Splash». En ella, nos transporta a un clima de disfrute. La imagen muestra una piscina junto a una casa moderna, pero algo altera la calma del cuadro: una gran salpicadura de agua, que nos sugiere que alguien se ha zambullido en la piscina apenas un instante antes.
Norberto Feal, historiador y crítico de arquitectura, analiza esta obra en un fragmento del ensayo «Ocho notas sobre ATV», en la nota dedicada al lujo:
«No hay persona vestida con lujo. Es cierto que hay lujo ambiental: la piscina y la casa moderna; pero el verdadero lujo del cuadro reside en el instante único e irrepetible de la zambullida en el agua cristalina de la piscina, bajo el sol y el cielo azul de un día perfecto en California.»
Un año antes, en 1966, finaliza en Los Ángeles el programa Case Study Houses, una iniciativa impulsada por la prestigiosa revista Arts & Architecture. En el contexto de la posguerra, el proyecto tenía como objetivo diseñar y construir prototipos experimentales de viviendas de bajo costo, contando con la participación de renombrados arquitectos como Richard Neutra, Craig Ellwood, Charles y Ray Eames, y Eero Saarinen, entre otros.
Una de las obras más emblemáticas de este programa es la Casa Stahl (1959), diseñada por Pierre Koenig, que se convirtió en un símbolo de modernidad y del estilo de vida angelino de la época. A primera vista, sus imágenes pueden sugerir una residencia lujosa, quizá concebida para alguna personalidad distinguida. De hecho, la casa ha sido filmada y fotografiada en numerosas películas y publicidades, consolidándose como un ícono de la cultura popular. La paradoja es que, en una entrevista realizada en 2001, Koenig afirmó que su intención no era diseñar viviendas lujosas, sino crear arquitectura anónima para la gente común: construir casas mejores que las que se estaban haciendo en Los Ángeles en aquella época, pero de forma más rápida y económica, aprovechando el acero y los nuevos materiales que la industria ofrecía.
A pesar de su impacto icónico, nadie famoso vivió en la casa. Los Stahl, un matrimonio de clase media, compraron un terreno pequeño en una pendiente abrupta de las colinas de Hollywood, en donde era muy difícil construir, pero con vistas extraordinarias. Según Koenig, era «un nido de águila en las colinas de Hollywood». La casa, que costó solo 35 mil dólares, responde a los desafíos del terreno apoyándose mínimamente en el borde del acantilado y generando un gran voladizo gracias a su estructura liviana de acero. De este modo, logra una apertura visual de 270º sobre el paisaje.
Está claro que los Stahl no compraron solo un terreno ni buscaron construir una casa lujosa; compraron el contacto con la naturaleza, donde el verdadero lujo es el paisaje.
Reinventar el lujo
¿Es posible desconectarnos y reconciliarnos con la naturaleza y con nosotros mismos a través de la arquitectura?
Desde siempre, la arquitectura ha tenido la capacidad de proponer formas de habitar, influir en nuestras sensaciones y comportamientos. Nos da un centro, nos personifica. Nuestra casa es el filtro a través del cual nos relacionamos con el mundo.
Solemos pensar que vivir en contacto con la naturaleza implica elegir entre el campo y la ciudad. En ATV Arquitectos, cuestionamos esa dicotomía y exploramos nuevas maneras de habitar Buenos Aires. Creemos que no es necesario alejarse de la ciudad para disfrutar de aquellos atributos esenciales de la casa: la conexión con el aire, la luz y el entorno natural.

Nuestra arquitectura evoluciona al centrarse en el bienestar de sus habitantes. Ese propósito nos llevó a reinventar la propiedad horizontal, retomando el espíritu de la casa. Bajo el concepto «Casas en Altura», diseñamos unidades donde cada espacio tiene su propio aire y su propia naturaleza. Jardines, piscinas y parrillas convierten cada hogar en un refugio único, un objeto de deseo para quienes buscan una nueva forma de vivir.
Hoy, el lujo ya no se define por lo suntuoso, sino por las experiencias que nos vinculan con lo esencial: el placer de una zambullida en una tarde de calor, la serenidad de una vista abierta, la conexión profunda con el paisaje.
Por eso, en nuestra arquitectura, el mayor lujo es el aire.
EL CRONISTA